Si hay un sector prolijo en iniciativas creadoras y soluciones a problemas cotidianos en sus ambientes de trabajo, es el sector de la educación. En efecto, maestros y maestras desarrollan, por fuerza de su persistente relación cotidiana, algo digno de ser admirado: la capacidad de observación y de respuesta como solución. No digo todos -acordémonos del pensamiento catastrófico del maestro-, pero si una inmensa mayoría. Lamentablemente esta fortaleza no se refleja en los resultados de sus acciones; dicho de otra manera, fracasan en un inmenso porcentaje. La razón está en muchos aspectos. Mi carrera profesional se ha desarrollado a lo largo de 40 años, 19 de los cuales han estado relacionados con la coordinación y gestión de proyectos de intervención social, especialmente educativos. Lo importante en esta historia, es que una gran parte de esta experiencia giró alrededor del rescate de proyectos, que a modo de ver de sus centros direccionales, ya estaban condenados al fracaso. Gracias a desviaciones creativas pero razonables, fue posible salvarlos. Un aprendizaje extraído de estas experiencias, fue entender que los proyectos “no terminan mal…se inician mal”. Sinteticemos algunas de esos aprendizajes.
* La falta de claridad en los objetivos, sobre todo cuando su formulación se hace tal como se formula un objetivo de aprendizaje, olvidandóse que es un proyecto de intervención que busca la mejora de condiciones específicas dentro del sector o la institución. Esto tiene resultados nefastos por cuanto en los objetivos de aprendizaje siempre es posible recabar una y otra vez al mismo tiempo que hacer permanentes retroalimentaciones sin perjuicio del tiempo determinado para su logro. A diferencia de los proyectos de intervención social, donde hay asignación limitada de recursos, el tiempo es un factor amenazante en contra del mismo proyecto.
* Otro factor es cuando no se identifican los interesados o los dolientes del proyecto. Un error frecuente es creer que por fuerza de la norma o la directriz institucional, todos los agentes quedan involucrados y comprometidos. Un proyecto avanza en la medida en que sus participantes asumen un nivel de responsabilidad voluntario con relación al proyecto; y esto resulta si hay comprometidos. No cabe duda que al respecto un peligro latente son los indiferentes. Si quienes deben estar se resisten, no será con ellos o ellas con quienes se deben iniciar el proyecto.
* Ninguna planificación o planificación muy pobre. Esto no es de extrañar; en muchos de los casos experimentados, los maestros confundían planeación con programación y obviamente, sólo se trataba de cruzar actividades con unas columnas de tiempos o fechas. El cronograma es apenas un elemento dentro del proceso planificador de un proyecto. Es un hecho cierto que las instituciones educativas en sus prácticas de planeación aluden a distintos lapsos de tiempo considerados: anual, semanal, diaria, entre otros, o bien a los contenidos, como la planificación de una unidad de aprendizaje o lección. En diversas indagaciones realizadas con docentes del nivel básico se observó que invierten sus esfuerzos de planeación en la estructuración, organización y administración de la instrucción en la sala de clase, así como en la secuencia: definición de objetivos, selección de actividades de aprendizaje, organización de dichas actividades y especificación de los procedimientos de evaluación. Del mismo modo, tenemos testimonios que muestran que esos mismos elementos no son considerados por todos los maestros ni en el orden propuesto ni en la consideración de su importancia relativa. Inclusive se han detectado modelos en los que la planeación se concentra, en orden de importancia decreciente, en las necesidades, capacidades e intereses de los alumnos, la asignatura, las metas y los métodos de enseñanza, otorgándosele poca importancia a la evaluación. Todo lo anterior denota una dispersión conceptual respecto del proceso dinámico de la planeación y un escaso interés por vincular el curso, el plan de estudios general y los ejes transversales de los proyectos educativos institucionales con los planes de desarrollo económico, social y cultural de las localidades y menos con el Plan Decenal de Educación. Podríamos decir sin temor a equivocación, que actualmente la planificación prioriza, pero de manera fragmentada, los procesos académicos más que los institucionales organizativos a mediano y largo plazo.
* Debilidad en los procesos de control y seguimiento a las actividades, de tal manera que no es posible conocer el estado de avance del proyecto.
* Falta identificación de los riesgos. A todo proyecto le acechan riesgos de toda índole y es necesario hacerlos visibles para poder mitigarlos, lo cual es posible mediante un instrumento denominado Matriz de Riesgos. Tal instrumento existe por mas de 50 años y aun en la institución educativa es poco conocido.
* Por último la mala comunicación para alertar sobre el desarrollo del proyecto, crear hitos y estimular el avance.
La verdad es que casi siempre la presencia de estas anomalías recaen en los que dirigen proyectos.
Un estudio realizado por Google, denominado Oxigeno, sobre las personas que están al frente de los proyectos ya sea que se denominen managers, gerentes o coordinadores de proyectos pone de presente ocho características de eficiencia en estas personas. Lo mencionamos por parecernos interesante, pero nos referiremos a él en otro momento por este mismo bloc.