Autor: José Angel Pernett C.
Así como es imposible ver reflejado nuestros pensamientos en el reflejo de un espejo, así mismo debería ser imposible no ver al magisterio reflejado en la promoción de una política de paz y las reformas de cambio que la acompañan.
Está fuera de discusión el papel orientador que juega la educación en el desarrollo social de cualquier país, ya sea para implementar sus programas de gobierno, como para dinamizar las estrategias de promoción y difusión de sus políticas públicas. Sin embargo, en nuestra realidad pareciera que esto fuera un incomprensible, un inalcanzable de esos de los que siempre nos dejan a la espera.
Más allá de los debates electorales, donde las cosas son claras y comprensibles para todos, la verdad es que, -llegado el momento de promover reformas económicas, sociales, políticas y culturales, o simplemente ejecutar los programas del gobierno- las instituciones educativas no cuentan, o mejor dicho, son el eslabón incontable. Es como si no hubiera confianza en ellas y en sus docentes y peor aún, ellas y ellos mismos no se tienen confianza. En el caso de Colombia, la barrera que se opone a una convocatoria de las instituciones educativas para que jueguen un papel protagónico en la promoción y difusión de las reformas y programas del gobierno del Pacto Histórico, van desde las actitudes indeseables y dramáticas de sectores de derecha que cursan un proyecto de ley en el Congreso de la República para prohibir la participación del magisterio en marchas y protestas, hasta la inmovilidad ingenua de una izquierda, definida e indefinida, que supone a docentes e instituciones solo como vanguardias de calle y primera fila en las protestas y reivindicaciones; de ahí en adelante, “nichts tun” (no hacer nada) dirían los maestros alemanes.
¿Por qué no abrir la discusión sobre estrategias de enseñanza y aprendizaje que incidan en la promoción de las reformas y política de Paz Total dentro de las escuelas? Este tema, que me ha dado vueltas en la cabeza desde hace cierto tiempo, ahora me lo inspira la cada vez mayor crisis de aislamiento de las instituciones educativas respecto de las necesidades de su entorno y los programas de cambio.
Si abordo esta preocupación, no es por pretender el placer teórico de convertir el aula escolar en tribuna de oratoria ideológica, pero sí, con la intención de hallar en el fondo de toda actuación educativa, el sentir humano y a la vez técnico que debe tener el magisterio por curricularizar las necesidades del entorno escolar. Parafraseando a Edgar Allan Poe desde la frase “La felicidad no reside en el conocimiento, sino en la adquisición de conocimiento”, diremos: el sentir humano y técnico de la escuela no está en entender las necesidades de su entorno, sino en la actuación que se deriva de ese entendimiento.
El interés por desarrollar esta idea busca un mayor compromiso de la escuela hacia el fomento de valores mínimos y deseables entre los docentes para que respondan, no solo al hecho de transmitir conocimientos, sino también por responder a las demandas del cambio y la Paz Total; en otras palabras, volverlo protagónico en el interior de un escenario de aprendizaje y de enseñanza natural como es el aula.
Si la escuela por siglos ha enseñado cómo incorporar ciudadanos en la sociedad, en la que sus docentes siempre están evocando estrategias y herramientas didácticas que promueven el principio de no corromper al hombre natural, resulta incomprensible la inmensa dificultad que tienen los actores de la educación, para entender la famosa fórmula del “problema fundamental” del cual el acuerdo social debería ser la solución a las urgentes necesidades de paz en los territorios nacionales.
"No basta con enseñar nuevas políticas y programas públicos u otras técnicas. Lo que está en juego es más profundo que un hecho técnico; se trata más bien, por un lado, de reorientar la propia perspectiva con la cual se mira la vida social y se orienta la conducción de los cambios" (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo [PNUD], 2009: 33)
Las marchas programadas para el 27 de septiembre en todo el país y planteadas como una jornada de movilización para apoyar las reformas sociales presentadas por el Gobierno del Pacto Histórico, son apoyadas por la Fecode para pronunciarse en contra de dos proyectos de ley que restringen el derecho a la protesta de los docentes y crean bonos para que los estudiantes accedan a colegios privados. Fecode participará en esta movilización pacífica, respaldando el cambio social y agitando consignas para que el Congreso apruebe las reformas sociales, esas mismas que darían paz y tranquilidad al territorio.
Pero este comportamiento solidario, comprometido y lógico desde el agit-prop, no es suficiente con relación al compromiso docente. La calle no es el escenario natural del maestro y esta no determina el alcance del compromiso ético de maestros, maestras e instituciones educativas. Posterior a este evento, el escenario natural será el aula como entorno de aprendizaje; por eso es requerible, desde la instancia gremial del magisterio y del mismo gobierno, reorientar cambios en los modos de actuación y relación que los maestros despliegan en espacios concretos de acción. Esos espacios están dentro y fuera de la escuela. La calle, esa misma que recorrerá el magisterio durante la marcha, estamos de acuerdo que es también un escenario pedagógico, pero esa es discusión para más adelante.
Lo que queremos que se entienda, es que teniendo cada escuela un componente teleológico en su Horizonte Institucional, el compromiso ético de cada maestro o maestra y de cada escuela, es articularlo con las estrategias de aprendizaje, de tal modo que las reformas o políticas públicas encuentren la posibilidad, no solo de ser discutidas y reflexionadas desde cada disciplina, sino también de promoverse, difundirse y expandirse institucionalmente.
Por mi experiencia como educador, puedo decir que Fecode, tal vez en un corto período del Movimiento Pedagógico de los años ochenta promovió, en tiempos de oposición a gobiernos neoliberales, la consigna del compromiso ético del docente para hacer del aula un espacio lleno de imaginación, creatividad y conocimiento en torno a consignas de paz y reivindicación, pero que hoy, gobernando por primera vez la izquierda con un programa de cambios, la agremiación suscita solo llamados a la calle, mientras el ministerio de educación sigue enredado entre los vericuetos administrativos de la calidad educativa.
Para tener éxito el programa de Cambio y Paz Total, hay que recordar al magisterio colombiano y a sus instancias gremiales, la necesidad de entender y comprender las circunstancias históricas sobre las que está operando actualmente y las condiciones para la aceleración capitalista que propuso el Pacto Histórico para un rápido desarrollo económico, social, político e intelectual en Colombia.
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